Un cuento nostálgico

LA PLUMA ILUMINADA DEL VIEJO GRUÑON Hacía tiempo que el viejo gruñón Ion se había acomodado entre las paredes, impregnadas de moho de su taller, y de allí no le sacaban ni el generoso sol en verano, ni mucho menos, las tormentas otoñales. Vivía en su “cueva”, como él mismo llamaba con cariño a ese espacio, donde, apasionado, reparaba plumas estilográficas. Despreocupado de las noticias mundiales y de las desgracias locales, que conmovían aquella población de gentes obtusas, Ion se encerraba para darle vida a esas frágiles herramientas, con cuya ayuda se habían relatado historias lindas y dramáticas y se habían firmado papeles o cerrado tratos. Se las traían coleccionistas, periodistas, escritores y todo tipo de aficionados a la escritura y a la lectura – personas completamente diferentes de las que tenía a su alrededor. Su labor era tan delicada y de sacrificio, que requería toda su atención. “Ya soy muy mayor para meterme en la vida ajena, Crescencio”, guiñaba con el ojo al...