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Mostrando entradas de septiembre, 2018

Un cuento nostálgico

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LA PLUMA ILUMINADA DEL VIEJO GRUÑON Hacía tiempo que el viejo gruñón Ion se había acomodado entre las paredes, impregnadas de moho de su taller, y de allí no le sacaban ni el generoso sol en verano, ni mucho menos, las tormentas otoñales. Vivía en su “cueva”, como él mismo llamaba con cariño a ese espacio, donde, apasionado, reparaba plumas estilográficas. Despreocupado de las noticias mundiales y de las desgracias locales, que conmovían aquella población de gentes obtusas, Ion se encerraba para darle vida a esas frágiles herramientas, con cuya ayuda se habían relatado historias lindas y dramáticas y se habían firmado papeles o cerrado tratos. Se las traían coleccionistas, periodistas, escritores y todo tipo de aficionados a la escritura y a la lectura – personas completamente diferentes de las que tenía a su alrededor. Su labor era tan delicada y de sacrificio, que requería toda su atención. “Ya soy muy mayor para meterme en la vida ajena, Crescencio”, guiñaba con el ojo al

Un cuento dramático corto

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UNA MARIPOSA ATRAPADA Estaba escuchando la lluvia intentando no pensar en nada más que en esa tormenta que definitivamente marcaba el fin de la temporada. Hasta el veranillo, que vendría como para burlarse de él y de sus recuerdos veraniegos. Se alejó de la ventana y suspiró. Alquiló el estudio para complacerla, pero se ve que se equivocó. Volvió a poner el vinilo de Deep Purple que compraron juntos la semana pasada, en aquella tienda musical en la esquina de casa de Lia. Miraba la carátula y sintió el reciente dolor de esa separación tal vez argumentada por parte de ella, pero para él, incomprensible. Miró su frágil cara llena de llagas, en la foto de la mesita de noche donde ella dormía antes, y de repente le entraron ganas de romper el marco. Pero no lo hizo, francamente porque eso no le iba a aliviar el deseo de estar otra vez junto a ella. Se vistió de cualquier manera y salió angustiado a la calle. Sin paraguas y sin chaqueta, llevaba puestos solo los tejanos que ella le

Un cuento surrealista

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LAS FLORES NAVIDEÑAS DE PEPE Cada mañana se levantaba a las cinco y antes de comerse la ensaimada con un tazón de leche, empezaba a poner en orden el almacén de su hospitalaria floristería, que se hallaba en la esquina de la calle Mayor. Pepe ya era muy anciano para cuidar solo de su negocio, pero desconfiaba de la paciencia que alguien pudiera tener para este trabajo tan fino y caprichoso, así que declinó la generosa oferta de ayuda por parte de sus hijos. Y no le importaba hacerlo todo él mismo, desde la limpieza cotidiana hasta la misma venta, para él era cuestión de orgullo y deber cumplir con sus obligaciones hacia las flores. Su pasión por las plantas era algo realmente increíble. Las amaba, les cantaba y bailaba a su alrededor, incluso los domingos por la tarde, cuando bajaba la persiana de la tienda, cogía su anticuada armónica y tocaba, en su honor, la música más celestial de la cual era capaz. Después de haber perdido a su Marielena abatida por el Alzheimer, en el mundo

Un cuento maravilloso

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EL BUHO DE ARCILLA La noche caía enigmática entre las sombras de los altos árboles empapados por la incesante lluvia, sobre el poblado apartado al noreste. Allí donde solo subían los pastores para llevar los rebaños a pastar en los montes, nadie más se atrevía a pisarlos. Hacía tres días seguidos que no paraba de llover. La fuerte tormenta había arrastrado  un río de alfombras de color delante de las casas, y ahora el camino hacia la carretera parecía un grueso tapiz asiático. El agua se colaba por los encogidos techos dándoles un triste matiz oscuro. El verano se iba, poco a poco, y su inseguridad de marcharse se percibía persistente, en su apasionante deseo de quedarse aquí, con las flores salvajes y las aromáticas hierbas. Quería estar un rato más entre los habitantes de esa aldea aislada en su taciturno paisaje. Oscurecía rápido. La noche avanzaba arrastrándose entre los porches de las casas detrás de cuyas pequeñas ventanas, llameaban las sombras de las velas. Los

Un cuento de miedo

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EL REFLEJO DEL FULAR Saltó la caja que estaba al lado de la mesita de noche, y, abatido del viaje, se fue a dormir. La cama era estrecha e incómoda, sin almohadas y con un colchón deformado y hundido, debajo del cual encontró horquillas, pinzas de pelo y un fular. En la inmobiliaria le pidieron disculpas por el desorden en el piso, escondiéndole la verdad de que la propietaria se había ahorcado repentinamente. A Fran no le quedaba otra cosa que acostumbrarse a las incomodidades lo antes posible, ya que no sabía cuánto tiempo iba a vivir allí. Miró las cajas todavía sin abrir que formaban un camino hacia el recibidor mal iluminado, y apagó la luz. Cansado de la mudanza, intentó dormirse, mientras que sus pensamientos vagaban por el pasado. Necesitaba tiempo para reflexionar tranquilamente sobre la separación de su celosa expareja, y por ello se fue lejos. Desde la distancia, esperaba solucionar los problemas emocionales que tenía acumulados desde hacía tanto. El piso que encontró n

Un cuento crepuscular

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VICTORIANO, EL ORGANISTA DE LA CATEDRAL Victoriano bajaba lentamente por la escalera desde el órgano, mientras que sus manos temblaban deslizándose por la barandilla. No era solo por la vejez, aunque sus ochenta y nueve años no se pudieran menospreciar; estaba conmovido por la cita del día siguiente en la que debería entregar su oficio al nuevo organista. Aquel era un tal Valentino que recientemente había salido del conservatorio, a quien el anciano no había tenido el placer de conocer desde antes. Era demasiado joven para que este buen viejo, fiel a la catedral desde los quince años, se fiase de él. Por un lado, necesitaba retirarse, pero por el otro, iba a echar en falta hasta a los gatos vagabundos que maullaban en el umbral, a quienes daba comida cada noche antes de irse a casa. Se miró de reojo las botas reparadas por su amigo, el zapatero ubicado en el casco antiguo, y sonrió: “No me las has hecho bien esta vez, Regino, y te voy a tirar de las orejas”, hablaba

Poesía búlgara traducida

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11 poetas búlgaros traducidos al español Hristina Komarevska, Lalka Pavlova, Tatyana Duhlinska, Vladimir Lukov, Spaska Gatseva, Maria Pelovska, Krasimira Atanasova, Rashel Levi, Yordan Krachmarov, Sasho Serafimov, Zdravka Momcheva Poema de Hristina Komarevska *** El verano se fue sin preguntar, entregada, no me di ni cuenta. En el puerto reina paz, como en la catedral vacía. Me aíslo para escuchar las caracolas en la playa escondidas. La brisa sopla, el recuerdo las arropa – la calima reflejada en los ojos. Vendrá luego, tengo esperanza – el veranillo reposado y calmado. Y yo tendré a quien me susurrará mañana, devoción y certidumbre. Poema de Lalka Pavlova: Bendición Admiro la tormenta cuando los cielos furiosos nos atacan, los rayos – el fundido oro – el pan de pita taciturno apuñalan y en pedazos lo arrancan… Y cuando vesánico el viento se lleva de la bandada asustada los nidos de los mirlos entre las hierbas empapadas… Y

Un cuento de fantasía triste

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EL PARAÍSO DE LA PALOMA Los niños golpeaban a las desventuradas palomas riéndose en voz alta, con el índice estirado hacia el suelo, de donde la sangre surgía hacía los cielos como una fuente sin fondo. La sofocante placeta se disminuía aún más bajo las grises nubes que predicaban tormenta. Para ser las cinco de la tarde, era poco habitual el aire agobiante, en esa calle oprimida por las macetas de colores, con gruesas flores como lágrimas de una madre sin hijos. Las voces de los gamberros borboteaban nerviosas como teteras a presión, mezclándose con los inocentes gritos de los heridos pájaros. “¡Pobre, agoniza!”, pensó Stefan observando a una paloma herida de muerte. Él se había quedado como paralizado, fuera del vicioso círculo hecho por sus amigotes. El repentino puñetazo le partió el pensamiento, haciéndole caer de espaldas. Ni se puso a llorar, solo sintió un dolor sordo en la nuca y de repente vio una nube de luciérnagas alrededor. Oyó la voz del pelirrojo Eduard, com

Un cuento fantástico

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POR UNA PATATA CRUDA Estaba mirando fijamente las agujas del reloj de la pared, pensando que hubiera sido divertido si pudiera volver atrás en el tiempo, para evitar la bronca. Había suspendido varias asignaturas, y no sabía cómo arreglarlo. Las notas estaban puestas,  y no le quedaba otra cosa que hacer que aceptar la discusión en casa. Encima, ¡era Navidad! Mientras le daba vueltas a todo eso, llamaron a la puerta. Entre el jaleo en el recibidor, escuchó la voz de su tío, y suspiró de alivio. “Menos mal”, pensó que con su visita la bronca se iba a aplazar. Por si acaso, escondió las notas. Ya había inventado la excusa para que no insistieran en que se sentara en la mesa festiva: calentó el termómetro en la llama de una vela, se comió una patata cruda y se quedó sin parpadear un rato largo, para que le lloraran los ojos. Después de haber preparado la falsa fiebre, se metió en la cama tapándose del todo. Cuando su madre le llamó, ya estaba tiritando. Ella miró el termómetro, sacudió

Un cuento de terror y misterio

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LA SOMBRA DE LA VELA Allí donde se abrazan los vientos, aquellos furiosos y también los suaves, bajo la luna llena de una noche fría de febrero, no se veía a nadie por el sendero de las afueras del pueblo. Sus habitantes se habían quedado acurrucados al lado de las chimeneas. Brillaba mojado por la tormenta solo el viejo techo de la villa al final de todo, que parecía abandonada. Únicamente la sombra de la tenue llama de una vela que se movía intermitentemente tras las cortinas revelaba la existencia de su peculiar poblador, el viejo soltero Francesco Malvagi. En la oscuridad de su caserón, los truenos resaltaban bestiales e infundiendo aquel miedo que te hace temblar. El frío penetraba doloroso en los huesos del habitante y le hacía acelerar sus pasos, que dejaban marcas de barro por el suelo. Acababa de resguardar a sus cuatro perros que ahora le seguían fieles, asustados por la nocturna tormenta. Un gato maulló en el umbral externo del portal, pero nadie le abrió, y su presen

Un cuento de suspense

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HISTORIAS QUE HUELEN A  VINAGRE         La tarta era demasiado grande como para que se la comiera sola, pero de alguna manera quería celebrar su cumpleaños, que hace tiempo la alegraba y ahora la volvía triste. La compró en la pastelería de al lado de su casa sin ponerle velas, porque lo encontraba demasiado infantil. Cumplir treinta y cuatro años no debería deprimir a una mujer inteligente como Katy, sin embargo, el problema radicaba en la deprimente empresa en la que trabajaba de diseñadora gráfica desde hacía años. Necesitaba aire fresco para respirar con libertad en un clima amistoso, donde el cotilleo no se aceptara como algo normal y corriente.   Aquel día veraniego, ella abandonó la tarta en medio de la mesa repleta de platos sucios, y reflexionó que tal vez hubiera valido la pena seguir acostándose con  Jérôme  y pasar la fiesta a su lado en vez de estar sola y aburrida como una ostra.   Mientras sus pensamientos viajaban al pasado, en el que no había a