Un reportaje sobre libros antiguos

Los volúmenes antiguos de dos libreros tarraconenses 


Vinieron a Tarragona desde Barcelona hace treinta y ocho años; fue cuando abrieron la librería anticuaria en la Parte Alta de la ciudad. “Fue, con más exactitud, el día 23 de abril del 1979”, narra José Del Río. Habla con los conocimientos de una persona que quiere trasmitir todo el amor hacia la sabiduría de la humanidad, encerrada enigmáticamente entre las páginas.

Cuando uno pisa el umbral de su librería, con unos 15. 000 ejemplares, se da cuenta que ha entrado en otro mundo, diferente al espacio virtual de hoy; es el reino de los libros de todos los tiempos, un templo donde se debe pasar en silencio y con contemplación ante la erudición de los grandes escritores…

“Antes de abrir la librería, éramos coleccionistas”, cuenta Teresa Mercadè, la mujer de José Del Río. Compraban libros que eran de su interés. En aquel entonces, no había nadie que se dedicase a esta pasión. Recuerdan que había un señor mayor que buscaba recoger libros; aparte de él, en el mercadillo tarraconense, “pocas personas más tenían conocimientos de libros”.

“La conversación sobre la librería antigua no acaba nunca. Siempre hay cosas que contar. Hay que distinguir el libro de ocasión del libro antiguo”, explican. Al primer tipo pertenecen los libros descatalogados, mientras que los antiguos son los que “tienen interés histórico”. Su narración sobre esta materia va acompañada del deseo de dar a conocer en profundidad el aprecio de este tipo de obras. Aseguran, que aunque un libro tenga un valor sentimental, no significa que obtenga antigüedad, porque aquella y el valor económico no siempre van de la mano. “Un libro aquí puede costar entre veinte hasta dos mil euros”.

La pasión por los libros antiguos
Ambos comenzaron su camino coleccionando libros. Entre sus clientes, de gran importancia, quedan las editoriales. También, desde siempre, tienen clientes historiadores, algo que la pareja explica con el interés por la cartografía.

Su librería tiene el olor nostálgico de papel y libros imprimidos, y sin querer, uno piensa en la cantidad de películas que cuentan historias sobre escritores con poderes mágicos a través de sus volúmenes. La mirada se va por los tomos, puestos en filas ante los visitantes.

“Tenemos libros en castellano, catalán, latín, francés, inglés, alemán…”, dice José Del Río, sabiendo que la cantidad de volúmenes produce mucha impresión. “El asunto de nuestra librería, son las historias que se narran en los libros”. Su trabajo está basado en buscar libreros en Europa y bibliotecas particulares. Afirman que lo importante no es el idioma, sino el libro mismo. Sin duda, una Biblia puede ser de gran aprecio, o un “Don Quijote”, siempre que hablemos de antiguas ediciones. El valor indiscutible se da a los manuscritos de los siglos XIII-XIV. Algo que diferencia las obras antiguas a las de hoy, se encuentra en las portadas: la primera portada aparece a partir del año 1480. “Un libro de botánica, por ejemplo, llevaba grabados de plantas”, relatan.

Por el motivo informativo y la posibilidad de ver originales y de poder hacer comparaciones, entre sus constantes y más curiosos clientes están los periodistas y los escritores, aunque hay también muchos casos de maestros y médicos: a la última mención pertenecen los hijos de estos profesionales, que desarrollan su carrera en otro ámbito.

Los 'libros prohibidos' durante la época franquista, como es el caso de Lorca, son los que tienen la tendencia de ser los más buscados. Por otro lado, de valor anticuario son las obras de los siglos XVII-XVIII; por el motivo de la censura en aquel momento histórico, “las líneas están tachadas o con páginas arrancadas”. La alta bibliofilia está relacionada estrechamente con los tirajes reducidos y los libros antiguos. Comparando con la actualidad, “el nombre está por encima del libro”, explican ellos la fama de muchos autores de hoy.

Otro punto de la librería es la existencia de pintores que hacían poesía, como son los casos de Picasso y Dalí. “La tauromaquia de Picasso”, dicen, se considera uno de los mejores impresos del siglo XX. O de poemas e ilustraciones (las colaboraciones entre Tzara y Miró). “Los grandes pintores han hecho libros”, concluyen.

Hablando del tema de los libros traducidos: en las últimas décadas se hacen traducciones no del idioma original, y opinan que no es lo correcto y que la obra pierde mucho. “Es una cuestión polémica”. Interés para ellos representan también: las colecciones “de revistas y diarios que cuesta encontrar” y epistolarios y otros manuscritos que tienen la importancia de un documento, como es el caso de la revista enciclopédica “Le tour du monde”, del siglo XIX, una edición de viajes a muchos países.

Entre sus clientes extranjeros hay muchos turistas de Rusia, Francia y Alemania. “Vamos mucho a Inglaterra, donde está el mercado más importante de libros antiguos en Europa”. Muestran interés por “cada libro cercano a la vida del autor” o “los primeros libros con fotografías”, del siglo XIX, y narran el caso de unos excursionistas barceloneses que editaron un libro pegando directamente las fotos.

“Vivimos en malos tiempos para los libros, pero nosotros somos libreros para siempre. El conocimiento es el concepto de un libro”, exclaman ambos. Son conscientes que actualmente se hacen reediciones y copias de textos antiguos. “Hablar de eso, es como comparar un anillo artesanal con una joya”, afirman, y añaden que en todas las épocas se han hecho todas las temáticas. Así llegamos a saber “cómo evoluciona la sociedad y su aspecto, y descubrimos las personas válidas”; a través de los textos, acumulando y trasmitiendo sabiduría y “con visiones claras”…






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